Después de mucho tiempo preparándome tanto física como mentalmente para la mítica 101 de Ronda, debo decir que me siento satisfecho de haberla podido terminar.
La llegada a Ronda en la tarde noche del viernes presagiaba que la prueba del día siguiente iba a ser bastante dura. Lluvia, viento y sobre todo frío, mucho frío nos anunciaba que lo íbamos a pasar mal.
La noche la pasé con los nervios típicos de saber que me estaba metiendo en algo muy serio, aunque la moral y el ánimo estaba por las nubes. Sabía que si la mecánica no me fallaba, terminaría, pues no contemplaba otra opción que la de entrar en la meta. Decir que el apoyo de mi mujer me hizo mucho y bien. Gracias Mª José.
El sábado a las 7 de la mañana sonó el despertador, aunque ya llevaba un rato despierto, tenía un cosquilleo en el estómago, que se me pasó al ver a los compañeros animados y dispuestos, aunque de vez en cuando se nos escapaba una mirada al cielo totalmente cubierto.
A las 10 de la mañana entramos en el campo de fútbol. La imagen es imborrable, cientos de ciclistas esperando el gran momento. Reunión de equipo y la foto de grupo con la bandera del club terminó de emocionarnos. A las 10 y media llegó el gran momento. Cañonazo y salida neutralizada del pelotón ciclista hasta la salida de Ronda que era donde empezaría nuestro infierno.
Poco a poco van callendo los kilómetros y yo me sentía cómodo, con bastante ánimo y sobre todo muy fuerte de moral. Las primeras rampas van haciendo mella en nosotros, sobre todo por la aglomeración. En una de ellas sufrí la primera de mis dos caídas. El ciclista que iba delante frenó casi en seco por no poderla subir y no me dió tiempo a esquivarlo, resultado, un arañazo en la pierna y sobre todo un fuerte golpe en el muslo que me hizo ver las estrellas. A partir de ese momento ( kilómetro 25 mas o menos ) fue un verdadero suplicio. Cada vez que subía una cuesta sentía como la pierna no me respondía bien y el dolor amenazaba con no dejarme terminar. Pero yo no había venido hasta aquí para que a las primeras de cambio me tuviera que retirar, así que apretón de dientes y a seguir recorriendo kilómetros.
Aunque maltrecho y dolorido, conseguí llegar a Setenil. Estaba a mitad de carrera ( kilómetro 53 ) y la idea de retirarme allí rondaba mi cabeza. Y entonces sucedió algo, la visión de mi compañero Juan ( se había retirado por no sentirse bien ) su esposa y sobre todo de mi mujer dándome ánimos me empujó aún más. Sé que se quedaron algo preocupados con la respuesta que les dí a la pregunta de cómo iba. Sólo me salió un voy mal, bastante mal y quisiera desde aquí pedirles perdón por ello.
Después de 15 minutos para recuperar y tras unos estiramientos vuelvo a la ruta. La lluvia, el viento y sobre todo el frío pasaba factura, pero trataba de no pensar en ello y sólo en terminar.
Hasta ese momento fui solo, sin compañía de ningún compañero en el que poder apoyarme, solamente contando con la fuerza de voluntad, hasta que 10 kilómetros mas adelante encontré a Bernardo, compañero y sobre todo amigo del club. Ambos estábamos maltrechos, él con su rodilla bastante dolorida y yo con el muslo, así que juntos, dándonos ánimos mutuamente logramos llegar al cuartel del Tercio. A esas alturas de la carrera ( kilómetro 77 ) ya no se contemplaba la opción de abandonar. Llevábamos ya demasiados kilómetros, demasiados sufrimientos para rendirnos. Un caldito caliente nos reconfortó y sobre todo nos hizo entrar en calor, dándonos fuerzas para continuar.
Desde allí nos dirigimos a uno de los puntos más duros de la ruta y donde más sufrimos: La subida a la ermita. Ni siquiera se nos pasó por la cabeza intentar montarnos en las bicis para subir. Las piernas nos pesaban demasiado para ello. Para colmo de males yo había sufrido mi segunda caida y como suele suceder me volví a golpear en el mismo sitio que la primera vez.
Poco a poco, paso a paso fuimos subiendo, empujando nuestras bicis que parecía que a cada paso aumentaban de peso. Por fin, la cima, la visión de la ermita nos llenó de alegría, sabíamos que ahora tendríamos un rato de bajada hasta llegar al collado. El descenso de la ermita impresionante, una serie de rampas de piedra con giros casi imposibles que no te permitían ningún error. Por fin, llegamos abajo. Carretera a toda velocidad para tratar de recuperar el tiempo perdido en la subida e intentar que no nos pillara la noche.
Por fin llegamos a uno de los lugares más bonitos de toda la ruta, un precioso sendero junto al río que nos llevaba a las cuevas del gato. Sólo nos quedaban 10 kilómetros, aunque sabíamos que aún nos tocaba subir el collado del tajo y sobre todo la famosa cuesta del cachondeo. Esta última la subimos como buenamente podemos, el suelo mojado por la lluvia hacía que nos resbaláramos a cada paso con las calas de los pedales automáticos. La lluvia cada vez mas fuerte nos machacaba, pero la sola visión de las luces de Ronda en lo alto nos empujaba.
Por fin entramos en las calles de Ronda, sacando fuerzas de donde ya no las había nos montamos en las bicis y a plato enfilamos la última avenida. La sensación es indescriptible. La gente que estaba allí nos animaba sin cesar, dándonos fuerzas para terminar los últimos metros. Por fin la llegada a la meta, el fin del sufrimiento y el orgullo de haberlo conseguido.
Mi más sincero agradecimiento a todos los voluntarios que han hecho posible esta prueba, por su ayuda, por sus ánimos, por su amabilidad y sobre todo a los componentes del tercio. Sois estupendos desde el primero al ultimo. Gracias a todos.
También felicitar a los componentes del club Hispabiker que han participado en la 12ª edición de la 101 de Ronda. Me hace sentirme orgulloso de pertenecer al club y sobre todo a los compañeros que no han podido terminarla por diversos motivos. Compañeros tranquilos que la próxima edición esta ya aquí y podréis desquitaros. Un abrazo.
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