24 de mayo de 2008

Nueva prueba superada

Segundo intento de subida a Las Palomas. Esta vez no había escusas posibles, de eso ya se encargaron mis compañeros de dejármelo claro. Los coches aparcados en el mismo lugar de la otra vez y el paisaje fácilmente reconocible traían a mi mente malos recuerdos. Pero quién dijo miedo.


Comenzamos a rodar a unos 4 kilómetros de Zahára de la Sierra para empezar a calentar los músculos antes de la subida. Al empezar las primeras rampas me doy cuenta de que la cosa no pinta demasiado bien. Todo parece indicar que aún no estoy recuperado de la lesión que me produje en Ronda y que esto no va a ser un camino de rosas, sino todo lo contrario. Desde el principio, un compañero se clava a mí como si fuera mi escolta personal. Me da en todo momento ánimos y consejos que aunque en el momento no soy capaz de asimilar, en el fondo se que lo que me comenta es importante y trato de cumplirlo, aunque no siempre puedo.
Después de un rato de subida constante, vemos a otro compañero que nos está esperando, uniéndose en la subida. Lentamente van desgranándose los kilómetros hasta que conseguimos llegar al mirador. Ese lugar fue lo mas lejos que pude subir la vez anterior, por lo que los recuerdos vuelven a aflorar.

Un rato de descanso, que aprovechamos para comer algo y yo sobre todo para estirar un poco mi maltrecha pierna. Y de nuevo a subir, poco a poco, apretando los dientes, bajándome cuando notaba que la pierna se me iba a montar, andando un poco y de nuevo a lo alto de la bicicleta, para seguir hacia arriba, cada vez más alto. Sobre nuestras cabezas un grupo de buitres dan vueltas, lo cual nos da un punto surrealista de la subida ( ¿vendrían a por nosotros? ), después de unas fotos, vuelta a subir, hasta que por fín, al final de una rampa divisamos el ansiado puerto. Sólo un empujón más y llegamos. Hace frío, pero con la emoción de haberlo conseguido no lo noto. Ahora sólo queda el momento estrella, la foto que inmortalice el momento y después de ella la ansiada bajada hasta Grazalema. A velocidad de vértigo se produce esta, dejando libres a mis compañeros, que bastante han sufrido aguantándome hasta la cima y una vez entrados en el pueblo la parada en la plaza del ayuntamiento para reponer fuerzas.

Después
de un rato de relax volvemos a la ruta, para dirigirnos a los vehículos. Después de subir un repecho, con el viento dándonos de lleno, seguimos descendiendo hasta el borde del pantano donde poco después encontramos el lugar de aparcamiento.
En la lejanía, majestuosa, se divisa la montaña y mientras recogemos las bicis la mirada se escapa de vez en cuando hacia la cima, esa que un rato antes había sido coronada.
Por fín me he podido sacar una espinita que tenía clavada en mi corazón, no del modo que me hubiera gustado, sin tanto sufrimiento, pero al fin y al cabo lo importante era conseguirlo.
Ahora a plantearme el próximo reto...

12 de mayo de 2008

Objetivo cumplido


Después de mucho tiempo preparándome tanto física como mentalmente para la mítica 101 de Ronda, debo decir que me siento satisfecho de haberla podido terminar.
La llegada a Ronda en la tarde noche del viernes presagiaba que la prueba del día siguiente iba a ser bastante dura. Lluvia, viento y sobre todo frío, mucho frío nos anunciaba que lo íbamos a pasar mal.
La noche la pasé con los nervios típicos de saber que me estaba metiendo en algo muy serio, aunque la moral y el ánimo estaba por las nubes. Sabía que si la mecánica no me fallaba, terminaría, pues no contemplaba otra opción que la de entrar en la meta. Decir que el apoyo de mi mujer me hizo mucho y bien. Gracias Mª José.
El sábado a las 7 de la mañana sonó el despertador, aunque ya llevaba un rato despierto, tenía un cosquilleo en el estómago, que se me pasó al ver a los compañeros animados y dispuestos, aunque de vez en cuando se nos escapaba una mirada al cielo totalmente cubierto.
A las 10 de la mañana entramos en el campo de fútbol. La imagen es imborrable, cientos de ciclistas esperando el gran momento. Reunión de equipo y la foto de grupo con la bandera del club terminó de emocionarnos. A las 10 y media llegó el gran momento. Cañonazo y salida neutralizada del pelotón ciclista hasta la salida de Ronda que era donde empezaría nuestro infierno. A las 11 en punto sonó el segundo cañonazo en la lejanía que anunciaba la salida real. La gente a nuestro paso animaba sin parar a pesar del frío reinante, lo cual nos daba alas.
Poco a poco van callendo los kilómetros y yo me sentía cómodo, con bastante ánimo y sobre todo muy fuerte de moral. Las primeras rampas van haciendo mella en nosotros, sobre todo por la aglomeración. En una de ellas sufrí la primera de mis dos caídas. El ciclista que iba delante frenó casi en seco por no poderla subir y no me dió tiempo a esquivarlo, resultado, un arañazo en la pierna y sobre todo un fuerte golpe en el muslo que me hizo ver las estrellas. A partir de ese momento ( kilómetro 25 mas o menos ) fue un verdadero suplicio. Cada vez que subía una cuesta sentía como la pierna no me respondía bien y el dolor amenazaba con no dejarme terminar. Pero yo no había venido hasta aquí para que a las primeras de cambio me tuviera que retirar, así que apretón de dientes y a seguir recorriendo kilómetros.
Aunque maltrecho y dolorido, conseguí llegar a Setenil. Estaba a mitad de carrera ( kilómetro 53 ) y la idea de retirarme allí rondaba mi cabeza. Y entonces sucedió algo, la visión de mi compañero Juan ( se había retirado por no sentirse bien ) su esposa y sobre todo de mi mujer dándome ánimos me empujó aún más. Sé que se quedaron algo preocupados con la respuesta que les dí a la pregunta de cómo iba. Sólo me salió un voy mal, bastante mal y quisiera desde aquí pedirles perdón por ello.
La comida me vino muy bien, un par de sandwiches y una coca cola que me supieron a gloria y el ánimo de un gran compañero que poco después se convertiría en el artífice de poder terminar la carrera.
Después de 15 minutos para recuperar y tras unos estiramientos vuelvo a la ruta. La lluvia, el viento y sobre todo el frío pasaba factura, pero trataba de no pensar en ello y sólo en terminar.
Hasta ese momento fui solo, sin compañía de ningún compañero en el que poder apoyarme, solamente contando con la fuerza de voluntad, hasta que 10 kilómetros mas adelante encontré a Bernardo, compañero y sobre todo amigo del club. Ambos estábamos maltrechos, él con su rodilla bastante dolorida y yo con el muslo, así que juntos, dándonos ánimos mutuamente logramos llegar al cuartel del Tercio. A esas alturas de la carrera ( kilómetro 77 ) ya no se contemplaba la opción de abandonar. Llevábamos ya demasiados kilómetros, demasiados sufrimientos para rendirnos. Un caldito caliente nos reconfortó y sobre todo nos hizo entrar en calor, dándonos fuerzas para continuar.
Desde allí nos dirigimos a uno de los puntos más duros de la ruta y donde más sufrimos: La subida a la ermita. Ni siquiera se nos pasó por la cabeza intentar montarnos en las bicis para subir. Las piernas nos pesaban demasiado para ello. Para colmo de males yo había sufrido mi segunda caida y como suele suceder me volví a golpear en el mismo sitio que la primera vez.
Poco a poco, paso a paso fuimos subiendo, empujando nuestras bicis que parecía que a cada paso aumentaban de peso. Por fin, la cima, la visión de la ermita nos llenó de alegría, sabíamos que ahora tendríamos un rato de bajada hasta llegar al collado. El descenso de la ermita impresionante, una serie de rampas de piedra con giros casi imposibles que no te permitían ningún error. Por fin, llegamos abajo. Carretera a toda velocidad para tratar de recuperar el tiempo perdido en la subida e intentar que no nos pillara la noche.
Por fin llegamos a uno de los lugares más bonitos de toda la ruta, un precioso sendero junto al río que nos llevaba a las cuevas del gato. Sólo nos quedaban 10 kilómetros, aunque sabíamos que aún nos tocaba subir el collado del tajo y sobre todo la famosa cuesta del cachondeo. Esta última la subimos como buenamente podemos, el suelo mojado por la lluvia hacía que nos resbaláramos a cada paso con las calas de los pedales automáticos. La lluvia cada vez mas fuerte nos machacaba, pero la sola visión de las luces de Ronda en lo alto nos empujaba.
Por fin entramos en las calles de Ronda, sacando fuerzas de donde ya no las había nos montamos en las bicis y a plato enfilamos la última avenida. La sensación es indescriptible. La gente que estaba allí nos animaba sin cesar, dándonos fuerzas para terminar los últimos metros. Por fin la llegada a la meta, el fin del sufrimiento y el orgullo de haberlo conseguido.
Después de pasar los dos controles, el momento más emotivo para mí de toda la carrera, mi compañero de fatigas Bernardo y yo fundidos en un abrazo. Ya había pasado todo y nos sentíamos orgullosos de haberlo logrado. Con "el ladrillo" y sobre todo con la sudadera que demuestra que se ha conseguido culminar la prueba ya empezamos a pensar en el año próximo.
Mi más sincero agradecimiento a todos los voluntarios que han hecho posible esta prueba, por su ayuda, por sus ánimos, por su amabilidad y sobre todo a los componentes del tercio. Sois estupendos desde el primero al ultimo. Gracias a todos.

También felicitar a los componentes del club Hispabiker que han participado en la 12ª edición de la 101 de Ronda. Me hace sentirme orgulloso de pertenecer al club y sobre todo a los compañeros que no han podido terminarla por diversos motivos. Compañeros tranquilos que la próxima edición esta ya aquí y podréis desquitaros. Un abrazo.

5 de mayo de 2008

Ultima prueba

Ya se esta acercando el día y el pasado jueves 1, día internacional del trabajo, fue la ultima prueba para preparar la gran cita.
El día se presentaba espléndido, la compañia maravillosa como siempre y la ruta no por conocida era menos interesante. La idea era ir hasta Guillena y desde allí volver por la ruta del agua, una de las clásicas del mountain bike sevillano.


Una vez reunidos todos en el punto de partida, en plena Macarena, salimos por carretera en dirección a La Algaba, donde ya nos meteríamos por pistas de tierra ( ja, mas que tierra eran muchas piedras con algo de arena y barro ). El ritmo que llevábamos era bastante altito y eso se notaba en las pulsaciones y sobre todo en las piernas. Solo señalar que en los casi 60 kilómetros de ruta que salieron pocas veces se bajo del plato grande, así se explica los buenos 21 km/h de media que le salieron a algunos.
La ruta en si no tiene mayor aliciente, por lo que no esperéis fotografías espectaculares, mas bien todo lo contrario, pero sirvió para lo que estaba programada, darle fuerte, a ritmo alto para probar que tal andábamos.
Ni siquiera una caída tonta ( reconozco que en principio me asuste por el dolor en el brazo ) consiguió que bajáramos el ritmo. En definitiva, un rato agradable, en buena compañía como siempre.